domingo, 28 de agosto de 2011

LOS ABUELOS




La figura de los abuelos es muy importante en la vida de los bebés. En mi caso, por desgracia, tanto Inés como Martina sólo tienen a mis padres, porque los papas de Pepe fallecieron hace tiempo, pero ellas ahora mismo no notan esa falta.
Los abuelos de mis niñas son jóvenes y con los pies en la tierra, para lo que es la vida cotidiana, pero en lo que respecta a sus nietas todavía no comprendo como nos han criado a mi y a mi hermano.
Mi madre vive en un suspiro en lo referente a las niñas, y al niño, ya que tengo un sobrino de 3 años. Todavía después de cinco años que tiene Inés, me llama un día si y otro no para preguntarme si le he dado de comer a la niña. Yo normalmente le contesto con buenas maneras, pero cuando llega un viernes o un sábado y me lo vuelve a preguntar, suelo soltarle un :"¡Ostias mamá, se me ha olvidado darle comer en toda la semana, menos más que me lo has recordado!".
Luego está el tema médico. Un día Inés se dio con un canto de la puerta en la frente y se abrió una brecha. Eran las once de la noche y nos dirigimos a un centro hospitalario para que le echaran puntos. Tanto su padre como yo íbamos tranquilos. A la niña le echaron dos puntos y ni se quejó, pero podéis creeros que tenía más miedo cuando tenía que contárselo a mi madre, que cuando tenían que echarle los puntos.


Siguiendo con los temas médicos, mi padre nos ha tenido amenazados a mi querido esposo y a mi, de "muerte", por el simple hecho de que a Inés le sangra la nariz de vez en cuando, y mi padre con su conocimientos de pediatría, no podía pensar que era que tenía los capilares más a flor de piel, no, él pensaba que la niña tenía una enfermedad gravísima, imposible de curar, y que nosotros en vez de hacerle pruebas dolorosas, dejábamos que la niña sangrara sin más.
Mi padre,que como dije en el anterior comentario, es un personaje peculiar, se ha dedicado a repartir títulos nobiliarios a sus nietos, así Inés es princesa y Martina es duquesa, y dice que le va dejar todas las tierras en herencia, que no se cual nos tocaran, si la maceta de geranios o la de la flor del dinero.
Aunque a veces me ponen o más bien nos ponen de los nervios tanto a Pepe como a mi, he de decir que sin ellos todo hubiera sido más difícil. A ellos los tenemos para todo, en lo referente a las niñas, y cuando hacen de las suyas, solemos tomárnoslo bien, y echarnos unas risas con la situación, porque sin ellos y sin su experiencia, como he dicho antes, todo habría sido más complicado. Gracias Mamá, gracias Papá.





martes, 23 de agosto de 2011

EL PARTO, UNA EXPERIENCIA "MARAVILLOSA"


Hoy me ha comentado el Sr. Cahiers que uno de sus colegas blogueros ha sido padre por primera vez y éste, por lo que se ve, ha relatado que ha sido una experiencia maravillosa.
Esto me ha llevado a retroceder cinco años atrás, y recordar el parto de mi primera hija, Inés, el cual intentaré describir a continuación.
Todo empezó por la mañana temprano, cuando me acerqué a mi médico de cabecera, para que me diera el parte correspondiente a esa semana, pues ya me encontraba en baja laboral por haber tenido amenaza de parto. Yo, como madre primeriza, le comento a la doctora que me encontraba mal, y ella, viéndome de reojo, me dice "¡Uy, si a ti te queda por lo menos 15 días para parir, no ves que tienes la barriga muy arriba!. Primer error, no fiaros de lo de las barrigas altas o barrigas bajas, porque por experiencia eso no funciona, o si no esperar a que termine.
Al decirme eso la doctora, mi padre, un ser bastante peculiar que conoceréis a lo largo del blog, me lleva andar por casi toda la ciudad, por aquello de que las embarazadas tienen que hacer ejercicio.
A lo largo del día empecé a encontrarme mejor, hasta que a las 1 de la madrugada empezaron a darme contracciones, y aquí empieza la odisea.
Como he dicho antes, era la primera, y por eso cuando empiezan las contracciones llamo a mi madre para que venga conmigo. Error, para las que lean esto no se os ocurra hacerlo, es mejor sola que mal acompañada.
Mi madre, con una voz potente, tras uno de mis quejidos, me dice " ¡Tu no serás una de esas que se pone a chillar!". Pues no se si iba ser una de esas o no, porque no me dieron opción, allí estaba yo, absolutamente estoica, con unas contracciones bastantes dolorosas y no podía ni quejarme.
Tras hacer todos los trámites pertinentes en un Hospital, que no se por qué pero olía a palomitas como los cines, los abuelos se van de la habitación previendo que la cosa iría para largo, y me dejan con mi querido esposo.
Aquí, caerá otro mito. ¿Os acordáis de las imagenes de las películas en la que los hombres se encuentran fuera de la habitación todo nerviosos, o fumando como locos, esperando a que alguien le diga algo?, pues todo es mentira.
Mi querido esposo, mientras yo me retorcía de dolor, eso si, sin chillar, vaya que viniera de nuevo mi madre, solo pensaba en que yo no lo dejaba dormir, es más llego a decírmelo en un par de veces.
Pasaron las horas y llegó el momento del parto. Yo, la verdad, es que en ningún instante tuve miedo, por que sabía perfectamente que tenía que salir la niña en algún momento, pero si es verdad que la imagen del quirófano me la imaginaba diferente.
Cuando llegué al quirófano, era una habitación con mucha luz, y no como lo que se ve en las películas, sitios oscuros llenos de artilugios, nada mas lejos de la realidad, una camilla y dos aparatillos y para de contar.
Mi médico que era un tío enrollao, allí charlando sobre lo que iba hacer en el puente, la enfermera preguntándome por mi tío, que no se como al final lo conocía, y mientras esperando a mi marido a que se pusiera la bata verde.
La verdad es que esto que viene a continuación no lo vi, pero me lo ha contado el Sr. Cahiers. Según él, debajo de mi, había un cubo, en el que caían todo tipo de líquidos y excrecencias, y en menos de dos empujones ya había nacido Inés, fue tan rápido que si él hubiera parpadeado se lo hubiera perdido.
Y ahora te dan a la niña, todo el mundo diciendo que era preciosa, y yo solo veía una cosa muy chica con un ojo cerrado y la boca como si fuera una trompa, llena de algo morado y yo pensando para mis adentros, "Dios mio, que niña tan fea,", y mi esposo, "¡Qué guapa es, que bonita...!" todo esto con los ojos llenos de lágrimas, y servidora muy estoica, le decía, si que es guapa, se parece a ti.



Después de todo esto a mi me dejaron abandonada en la habitación, y desde la puerta podía ver pasar a varios miembros de mi familia, de largo, dirección al nido, y cuando venían todos me decían que la niña era preciosa, pero yo solo podía ver la imagen de después del parto en mi cabeza y no me creía nada, hasta que un alma caritativa me trajo un vídeo y ya pude darme cuenta que Inés era la niña más maravillosa del mundo, que era una niña guapisima y, que en ese momento, empezaba una nueva etapa de mi vida, que me llenaría de alegría.